Murió un artista

Alberto Híjar

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Murió un artista

El martes 26 de diciembre del 2000 murió José Hernández Delgadillo. Fue el enlace entre una tendencia artística del lado de las luchas populares sin deponer la exaltación individual del artista y el servicio directo a luchas sociales y políticas urgidas de significación.

Pudo ser gloria de bienales, museos y galerías, sobre todo después de su triunfo de 1961 en la II Bienal de París. Su cuadro de gran formato Hombres, impactó por su fuerza no figurativa, tan distinta de las rutinas de la Escuela Mexicana de Pintura. Pero no siguió el oportunismo individualista y anticomunista bien patrocinado por el Departamento de Estado yanqui, alarmado por las consecuencias cubanas de integrar el nacionalismo patriótico a la construcción del socialismo. Al contrario, Hernández Delgadillo construyó, desde los sesenta, importantes proyectos culturales como la legendaria Galería Edvard Munch, impulsó causas progresistas en el Salón de la Plástica Mexicana, donde fue un incómodo consejero y militó en organizaciones de izquierda recorriendo el país, hasta alcanzar la Cámara de Diputados como suplente.

Fue incómodo porque acompañado por un grupo de poetas aguerridos (Benito Balam, José Tlatelpas y Francisco Fierro), exigía siempre ir más allá de las rutinas propagandísticas. Lo más incómodo es que objetaba, con la práctica, las peores tradiciones demagógicas de izquierda. Por esto recorrió el país, de Baja California hasta Chiapas, pintando muros de las normales rurales amenazadas de des- aparición, ante la evidencia de su importancia para formar profesores como Lucio Cabañas y Genaro Vázquez.

Un bello diseño elemental coloreado de rojo y negro probó la importancia de dar identidad gráfica a las luchas populares. Rostros de ojos desorbitados y bocas abiertas acompañaron a brazos en alto con el puño cerrado, a fusiles constructores de diagonales dinámicas, todo con los colores de las luchas proletarias. Entre el diseño y el arte, los murales rápidos del maestro Delgadillo cubrieron después numerosos lugares como el Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Oriente del Distrito Federal, donde los profesores de filosofía organizaron en 1999 su restauración para celebrar el decimoquinto aniversario de su escuela, ante el estupor de las autoridades universitarias siempre hostiles a las iniciativas de las bases.

Por esto no pudimos hacer un catálogo de sus murales destruidos y conservados durante mi efímero paso por la subdirección cultural de la UNAM, de donde salí para emprender la denuncia de la corrupción imperante con una huelga de hambre.

Su última obra fue una bella escultura en un parque cercano a Pachuca. La obra tuvo que ser terminada por Gustavo Martínez con el apoyo de sus compañeros Adolfo Mexiac, Patricia Salas, Ariosto Otero, Xerxes, José Luis Soto, Isa Campos y los escultores pachuqueños Enrique Garnica y Fernando Trejo.

Una terrible parálisis progresiva lo fue inmovilizando mientras fracasaba un reconocimiento público de los diputados perredistas en 1998, quienes no cumplieron con la exposición homenaje prometida. Al final, el Gobierno del Distrito Federal le hizo una apresurada exposición en la escalera y los descansos de la escalera del edificio original del Ayuntamiento, hasta donde llegó el maestro en camilla. Sus hijos, Beatriz en especial, consiguieron exponer Hombres gracias a la Embajada de Egipto. Hubo no sólo grandes cuadros no figurativos y murales transportables de lucha, sino dos pendones con toda la fuerza plástica característica del maestro hidalguense.

Es necesario dejar constancia de todo esto, cuando se conmemora tímidamente la muerte de Siqueiros el 6 de enero de 1971. A diferencia de este gran mexicano internacionalista, Hernández Delgadillo no volvió a frecuentar los centros del arte institucional luego de su triunfo en París, con la sola excepción de la Bienal en Tokio, en 1974, cuando la represión estatal nos alcanzó a muchos y a él mismo. “Por razones tácticas participo”, dijo el querido Pepe. Así fue la vida de ambos, de alternancia del arte y la política, como recursos de lucha para hacernos el mundo mejor. Quedan pocos seguidores de esta línea, pero quedan, que es lo importante, para no dejarse vencer por el cinismo y la desesperanza.


Revista Por Esto! “Opiniones”, 5 de enero de 2001.